martes, diciembre 22

No estoy bien
no,
pero estoy
demasiado.
Soy un
cacho de churrazco
sangrando
crudo
crudo
chorreando
nervioso y
casi mugiendo.
Estoy muy sola
muy desnuda y
no me acuerdo dónde
dejé los botones de mi vestido.
Y en pleno
fingir
que llevo guantes
para que a nadie se le caiga el monóculo
pienso
en todas las veces que
me quedé en casa
en vez de abrazar
y en cómo voy a cocinar la angustia
para la mesa navideña.
No estoy bien
pero
ni bien pueda
voy a.

miércoles, diciembre 16

El cadáver que no murió

Cuando María mira María mira María mira María a María mira a María manifestar sus misas en cualquier cosa. Quiere ser siempre una mujer con tetas por las rodillas. Mujer con tetas por las rodillas busca hombre entre cincuenta y sesenta años que disfrute las caminatas por la playa y el jugo de naranja exprimido con ganas y furia mogólica apasiguada. Apasiguada la manteca, procedemos a tranquilizar 300 gramos de harina y mezclamos todo en un bol y esperamos que se hagan amiguitas sanguinarias, chinitas sádicas que decapitan palomitas y casitas de muñecas de trapo, de plástico, inflables e inflamables globos sueltos en plaza congreso de dia y de noche de día y de noche. De noche no. De noche nada. De noche las cosas crujen y uno se sacude.

domingo, diciembre 6

No puedo hacer nada más por tu ombligo. Perdón.
En las células la nena aloja un rinoceronte que está enojado y quiere comer, herir y revolcarse en su mugre. Y también un elefante bebé, que se encarga de memorizar cada abrazo y cada arroz con leche y llorar sus muertes. El elefantito supura por un par de heridas que son internas, y que le llenan el cuerpo. Siempre a punto de explotar. El elefantito se encarga de amar. El rinoceronte se encarga de preguntar. Se pregunta por qué no alcanza con ser un rinoceronte y con cuidar de las cosas que duermen para que no se las coman. Se pregunta cómo hay que hacer para dejar de estar enojado, hambriento y sucio. Se pregunta dónde hay que ir para dejar de tener sensación de que todavía hay que llegar a casa. Y no duerme. Y no se queda quieto. Inquiere. El elefante bebé dice no tiene caso y cocina un montón de cosas ricas. Y duerme. Y espera. Y memoriza. Memoriza los besos en los cachetes y en la panza, y memoriza la forma de los animales que descubre y las palabras que aprende y memoriza los días en que la luna se ve más grande o más amarilla y memoriza los lunares de los nenes y las bocas de las nenas. Y ama y cuida y teje y desteje. La nena es un bolo alimenticio y se dedica a la ciclotimia y al tabaquismo. Le duelen las rodillas. Hay veces que teje. Hay veces que hiere. Y hay veces que se le revuelven tanto los animales que se queda quieta, esperando a que la jungla la parta al medio.

viernes, noviembre 27

Para el funeral
de nuestro amor
no voy a vestir de negro
porque no voy a vestir.
Voy a tener un girasol
vivo entre el pelo
y cuando me pregunten cómo estoy
voy a contestar que
estoy fantástica.
Voy a ponerme dos geranios en cada oreja
para que se solapen
con tu voz de muerto
en pleno canto mortuorio
y cuando te diga somos
los bichitos más tristes del mundo
vos no vas a mirarme a los ojos
y nuestro amor va a revolcarse en su tumba
y a nosotros nos van a doler las piernas.
Voy a decir polvo eras y en polvo te convertiste
y vos te vas a reír y a hacer chistes con pijas.
A mí probablemente
me causen gracia.
Para el funeral de nuestro amor
voy a escribir un poema
bello pero
nauseabundo
que hable de cómo pensé que eramos eternos
y de cómo ahora quiero estar bajo tierra
con él.
No vamos a cremar a nuestro amor
No vamos a ponerlo en un nicho
ni momificarlo.
Vamos a enterrarlo
porque la idea de que las lombrices
se lo cenen
nos parece hermosa
y porque después de tanto
masticarnos
nuestro remordimiento nos obliga a hacer el bien
común.
Al funeral de nuestro amor voy a llevar
algún recuerdo bello
como cuando dije que eramos fénixes
o cuando comíamos chipá
y voy a depositarlo junto a su lápida
para que no se sienta solo.
Voy a tratar de
no ir a visitarlo muy seguido pero
no te prometo nada.
Los únicos invitados vamos a ser vos
y yo
pero vos probablemente
te quedes dormido
y llegues para cuando mi ropa ya
esté en su lugar.
Ya lo tengo todo planeado:
el funeral de nuestro amor
no va a costarte un centavo.
Si uno tiene huesos de vidrio no hay nada que se pueda hacer. Y si tiene pensamientos de mar revuelto. O abrazos de frazadita. No se puede. No hay cirugía capaz de resolver la debilidad de los brazos o la electricidad del cerebro. No hay terapia de electrochoques ni psicoanálisis, y los jarabes se vencen, y uno también. Al final es todo desierto, impunidad y animales muertos. Uno se arrastra y traga arena y quiere morir. No quiere sentirse bien, quiere morir. No quiere trascender los problemas ni alcanzar un oasis ni enamorarse. Quiere morir. Uno tiene huesos de vidrio, y exceso de electricidad en el cerebro, y abrazos de frazadita. Uno está compuesto por los elementos más complejos y pesados del mundo y si tuviera más átomos no sabría qué hacer con ellos. Uno está solo como nunca y tiene la piel fina fina finísima como si fuera papel aluminio y las cosas son todas punzocortantes y Uno tan frágil y el mundo tan bruto. Jamás. Imposible de arreglar. Uno tiene huesos de vidrio, olor a lluvia, pensamientos de mar revuelto. Uno no entiende y no sabe y trata de coordinar pero rompe las cosas. Imposible. Uno es uno solo (desnutrido). y el mundo pesa ocho toneladas.

miércoles, noviembre 25

Piangio.

Todo pensamiento sumergido en un líquido será empujado con una fuerza vertical ascendente igual al peso del volumen del fluido desplazado por dicho pensamiento. Me derramo. Si existen o no los peces, eso a mí no me concierne. Estuve pensando seriamente en que Buenos Aires es sexo y no puedo sacármelo de la cabeza. Más ahora. Con toda esta humedad. También estuve pensando en los pulpos. En lo que hacen los pulpos. En lo chiquitos que son los pulpos cuando nacen y en lo maravillosos que son cuando se esconden. Cambian de textura y de color y se mueren de hambre para no dejar solos a sus hijos. Cuando no comen se ponen grises y se secan. También estuve pensando en la tierra. Dentro de la tierra quiero decir. En la piel de las lombrices cuando llueve y hacen agujeritos en el suelo. Estuve pensando en la sangre de lombriz y en la clorofila. En savia chorreando de un árbol y en sangre chorreando de un tipo. Una lombriz partida en dos. La piel anfibia y las manitos de las salamandras. Dicen de las salamandras que si les cortás las manitos les vuelven a crecer. Yo no me atrevería pero tengo unas ganas.
Pensé toda la noche en que hay agua en la luna. En que cuando la luna estaba más cerca las olas eran así de grandes y que ahora cada vez se aleja más, en forma de espiral. Eso no podría ser más triste y no podría parecerme más bello. Todas las cosas en el universo se alejan. Es como cuando un charquito se expande, pero más grande. También estuve pensando en gente besando. En la textura de los besos, bah. Me parece algo sobrehumano. No sé muy bien por qué.
Pensé todo el día en cuando uno va a la playa y mete los pies en la orilla. No hay pies más bonitos que los que están adentro del mar. Una vez vi un aguaviva que era de este tamaño y me asusté. Pero estaba muerta. Tenía la cabeza llena de electricidad. Me hizo acordar a mí y entonces me asusté más.

miércoles, octubre 28

Descripción horizontal.

Sin arrepentirse ni llorar más de la cuenta han comprendido la verdadera desesperación y la digieren. Él se puso el corazón de ella en la boca y mientras mastica le jura que nunca y le jura que siempre sin decir una palabra. Ella está acariciándole lánguidamente las glándulas suprarenales como hacen las mamás y las enfermeras y uno mismo. Él tiene mucho miedo. Ella tiene taquicardia.
Se juran que nunca, que siempre. Que no lo van a permitir. Se juran que los peces y que Dios pero no se juran por Dios a ver si todavía. Odian a Descartes. Él le pregunta a ella en idioma de ojos qué van a hacer con todo esto. Es una pregunta retórica.
Cojen. Cojen más al borde de la cama que nunca y con una actitud atávica que no entienden pero conocen perfectamente. Ella en idioma de ombligo le pregunta a él qué se hace para no querer morir. Pura retórica. Afuera hay pájaros que gritan y hay hombres que callan y hay tormentas y ella se conmueve. Él acaba. Durante un rato no desean nada y se retuercen de humanidad. Después viene el monólogo y él lo ataja en el aire y monologa largo y tendido sobre el pensamiento formal como quien cuenta un cuento de terror. Ella lo escucha tanto, tanto y tan bien que no puede entender nada de lo que dice, pero sí le entiende la transpiración, los lunares, el temblor de las manos. Me gustaría poder compartir los pájaros con vos le dice ella. Suspiro. Vos nunca entendiste los pájaros. Él dice a mí me gsutaría que compartieramos el miedo. Vos nunca, nunca lo entendiste. Enroscan los pies. Él le dice en idioma de manos esta es la cama de los bichitos más tristes del mundo. Ella afirma con los pies.

miércoles, septiembre 30

Hoy
Jacques me dijo que
cuando se la deja sola
la mente miente
monumentalmente
y te comprendí en francés y
tuve vergüenza.
Vos
todavía no.

jueves, septiembre 24

Te extraño Luana te extraño

-Hola si, mi nombre es Diel y vengo por la entrevista para conseguir empleo

-Buenas tardes Diel, ¿trajo su curriculum vitae?
...(silencio)
-Ehh no tengo curriculum vitae
-Muy bien, entonces sientese aquí y espere que en seguidita la llamamos
Una hora, dos horas, tres años, trece meses...(Diel mira el reloj)
-Como tardan che
Cuarenta y dos años, setenta y cuatro siglos...
-Muy bien, srita Diel, puede pasar por aquí si lo desea, tome asiento
Señala una silla electrificada
-No, descubri que mi verdadera vocacion es el arte, gracias igual
Las puertas se cierran, la empleada se transforma en un demonio podrido por todos lados y el jefe, del otro lado del despacho, se convierte en el mismísimo BELCEBU-grito de horror-
-NO, no escaparás, ajajaja ajajajaja
-Uy, que miedo, oh!
-Como castigo por ser tan canchera estarás condenada a una eternidad de trabajar como telemarketer ajaja ajajajaja
-NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
-Acá tenés la tarjeta para sacar cosas de la máquina, este es tu uniforme, este es tu auricular, tu cabinita, él es Pepe tu supervisor, él es Hitler tu compañero de trabajo. Si tenés alguna dudita me llamás eh, bienvenida.
-Si, disculpame, ¿Me diria el horario de comida? desde que vine a la entrevista esperando que me llamen no como nada, estoy empezando a tener un poco de hambre.
-Mirá los horarios de comida en el infierno son rotativos: primero comen los dictadores, tienen media hora, después comen las señoras que le ponen veneno en el café a su esposo, esas tienen una hora porque después tienen que retocarse el maquillaje y después vienen todos los demás que tienen tres milésimas de segundo.
-¿Y despues de todos los demas vengo yo?
-Sí, vos tenés tres milésimas de milésima de segundo. De todos modos después de comer vamos a hacerte vomitar porque las bulímicas tienen más espíritu de trabajo. Y porque a Mandinga le da morbo el vómito.
-Ah, bárbaro, ya mismo me pongo a trabajar.
-Buenísimo. Ya sabés, cualquier pregunta me venís a buscar acá al averno. Si no estoy atendiendo a nadie podés pasar.

lunes, agosto 24

Vos no te diste cuenta
pero una vez
te pusiste el mundo en la boca
y lo deshiciste
con la lengua
de a poquito
y yo entendí que
sos el tipo de tipo que
sabe por qué la lluvia y por qué yo.
Vos un día te pusiste el
mundo en la boca
lo convertiste en
sustancias simples y
lo absorbiste.
y yo
decidí que me ibas a prender fuego.
Ahora que me
consumí
no sé qué hacer con todo esto.
Tus manos de tipo grande me hago chiquitita y trato de que no me exprimas. Todavía hay veces en las que pienso que si no me tocás no existo. Y todavía hay otras en las que con olfatearte obtengo todas las respuestas. Olés a tierra mojada y a caja de lápices. Yo todavía puedo abrazarte así y pasarte la nariz desde los hombros al mentón como si te estuviera arrancando un trocito. Me encanta. Te volvés carne y calor y siento que me hago tangible. Ya no. Ya no debo quiero decir y me desaparece la garganta así que no digo. Quiero decir. Y trago. Trago palabra por palabra y sonido por sonido. Trago. Todavía pero ya no debo. To-da-ví-a-pe-ro-ya-no-de-bo. Y me atraganto de pura gorda con el atracón de palabra que me doy.

Soñé

Mi papá se enojaba
y me decía VOS
sos hija de la cultura del lebberwurst.
Germán se había insolado
Pablo tenía miedo y yo
no podía hacer la tarea de matemáticas.

jueves, julio 30

Capaz que un poco tonta y un poco difícil de digerir. No quiero que me mires con cara de escupir y no quiero que te deshagas de mí. Así que si te revuelvo el estómago no me hables de vos y de tus calambres metafísicos. No me interesa escucharte enumerar las acciones de las que no te hiciste cargo. No me interesa escucharte no hacerte cargo. Tengo un monstruo masticándome el cerebro y no me interesa ponerme linda para vos, no me interesa tener una conversación amena y sentarme con las piernas juntitas a tomar té meñique arriba para vos, no me interesa que me cuentes lo grandioso que sos vos y todo lo que vos gestás, acariciás o contemplas bajo tu reinado omnipotente. Quiero gritar. Quiero hacerte mierda los tímpanos con este gritovómito que tengo en el aparato digestivo y que dice un poco tonta un poco fea un poco difícil de digerir, un poco egoísta y un poco sorda y nada talentosa y bastante torpe, muy débil bestialmente ignorante completamente caída del catre y absolutamente aburrida. Quiero que sangres y que sea mi culpa.

Perdón

Le hemos abierto la panza a la palabra pretendiendo encontrar tripas para hacer una comida, un experimento o un ritual. Encontramos mecanismos de relojería, un par de edificios, un par de mujeres mal embarazadas. Le abrimos la panza a la palabra pretendiendo derramar sangre divina y bautizarnos en el nombre del significante, del significado y del espíritu nuestro. Encontramos arena. Carne podrida. Autorretratos de las cosas que nunca tomaron forma. Baterías sulfatadas. Abrimos el estómago de la palabra tratando de encontrar algo que nos provoque convulsiones y amor. Queríamos conseguir algo que tuviera nuestra cara y nuestra manera de acariciar las cosas que duermen. Hemos levantado el escalpelo con impunidad y con inocencia y hemos cortado un tajo vertical de arriba hacia abajo desde el pecho hasta el pubis. Hemos vaciado a la palabra sin encontrar nada que nos provoque el vómito ni las ganas de nacer. Nadie nos había dicho que estabamos haciendo una autopsia.
Este es un juego que jugamos siempre y a mí no me gusta. Acá abajo escondemos un monstruo decís y te reís bajito. Acá escondemos un monstruo y no se lo decimos a nadie. Yo no sé hablar en francés y no soy lánguida ni bonita pero igual vos escuchás todas mis cosas y me decís mujer. Me escuchás decir acá abajo escondemos un monstruo que se come nuestra basura y me decís shh mujer no grites. ¿Lo escondemos? Mentira, está completamente a la vista. Si te digo que quiero bailar nos canta canciones de Frank Sinatra y si vos querés cojer me hace saltar los botones del vestido. Shh me decís pero ya no me decís mujer. Yo sé que el monstruo eventualmente va a terminar engullendome a mí.

lunes, junio 29

Todos los días con los labios llenos de sangre y con el hambre haciéndose metáfora en el vientre. De a poco, como digiriéndose. Yo no soy médica forense y hoy, que tengo que esconderme a practicarle autopsias a mi angustia, no distingo un escalpelo de un cepillo de dientes. Ayer estaba segura de que mi nombre no me escondía nada. Hoy buceo en mi placard buscando un muerto. Un muerto N.N. que se pudre sin olor y sin amor, y que tiene que enseñarme a hablar el lenguaje que estoy hablando.
Todo el día con las ideas agarradas de los pelos. Cada vez con menos pelo. Cada vez con menos pistas.

Ahá.

Entonces se nos viene encima un monstruo bruto y hepático que no nos agrada

y nosotros

que estamos buscando constantemente el espacio entre las células epiteliales

y pugnamos por salir aunque sea hecho pasta

o bosta
o basta

dentre el cuerpo

y la ropa

nos planteamos que quizás

no somos bonitos

ni simpáticos

y que tampoco somos capaces

de hacer que las cosas bellas consigan carne

para ser.

El monstruo bruto amarillento nos empuja

con su obesidad que es la propia

de las costillas parafuera

y escuchamos un ruido de platos rotos que es nuestro ruido

es decir el eco

del monstruo bruto

y de nuestros gritos todo junto como cuando

hacemos muñecos de plastilina

y los colores se mezclan.

Uno tiene ganas entonces de pedir ayuda y de balbucear el miedo pero

el monstruo no existe y esto

para los demás

es un problema.

Así que en la realidad lloramos

todos enteritos

sin lastimaduras

bañaditos

comiditos

y nos preguntan por qué

la lluvia y el llanto y las ganas de morirse

y nosotros no decimos nada

porque ya no decimos.

Pero en la real realidad somos un bolo alimenticio

deshaciéndose en la baba de este monstruo torpe y calentón que nos hace gritar

platos rotos y nos hace felarle

las palabras

mientras nos asegura que

no existe.

domingo, mayo 24

De no entender mi sombra
dejaré de proyectarme
sobre los suelos y la
pared y
iniciaré una lucha encarnizada
contra la bidimensión
y todo lo que la misma implica.
De no entender mi sombra
mi única opción será
hacerme frágil
y pobre.
Unos se pinchan
con los bordes
afilados de lo
punzante porque
no ven ni jota y
otros se cortan
con los bordes
afilados de lo
cortante porque
ven con las manos.

Imperativo intersticial.

No vengas a mí con tu voz de platos rotos. No. No me preguntes si quiero té con tres de azúcar o qué le hice a mis pulmones, o si tengo la carne herida o por qué me dejé engordar para la cena. No te sientes en mi cuerpo ni me abraces ni me lullas. Tenés manos de venas y venas de planta. No me cures. No me calmes. No me describas lo que estoy ignorando ni me autorretrates. No me pienses cuando te sobra tiempo ni cuando te sobra apatía. No te sientas triste por mí ni estés feliz por mí ni te exites conmigo. No te acuerdes de cómo era y no me pongas a llorar. No nombres mi ombligo a escondidas ni por megáfono. No me dejes vomitarte. Dejame. No me alimentes, no me cries, no me cuides. No me digas el clima, no me digas silencios, no me digas callate. No te calles. No te caigas. No me mires en el espejo ni te decepciones de mí, no me dejes pasar ni pesar y no toques la puerta de mi casa. No vengas a mí con mi voz de platos rotos. Dejame caer.
Que me tapo la boca para ver si puedo no vomitar ni besar esta vez y no me sale y se me salen las vísceras y se me quedan las palabras viscerales. Mamá me digo y acuno algunos gusanos y algunas angustias que no tendría que alimentar pero. Les doy lecho y leche chocolatada y no tendría que abrazarlos pero. Me dejo comer los ojos y les leo un cuento sin voz que se termina donde se me termina la garganta (más o menos a la altura del ombligo) y donde me empieza un grito que es remedio e irremediable. Que ser está cada vez más caro y que uno está cada vez más podrido de (por) todo. El grito se me pega a la cara como chicle o como manos y las palabras en la nariz duelen más que en las entrañas. Yo tengo ganas de llorar bien y a los gritos y de decirte que adopté unos gusanos y unas angustias, que viven en mi panza y me hacen obesa y raquítica, que les cocino arroz con leche y que la leche está cortada. Y que no quiero figurarme más cosa sin figura también. Y también que quiero desvestirte. Pero no. No porque las palabras me tapan los lagrimales. Y no porque te empapé las sábanas demasiadas veces. Así que me tapo la boca para ver si esta vez logro hacer silencio y decirte mi cuerpo sin nombre ni figura. Y que me abraces un poquito para decirme vos hija de nadie y madre de todos: estás equivocada.

jueves, marzo 19

Me pasa la compulsión, la convulsión, los confites. Ando con dolor de muelas de tanto masticar concreto, y no tengo bici amarilla ni huerta ni duraznos. Mi profesora de literatura dice "sistematizado" demasiado seguido y a mí me falta una maestra que me explique cómo se mueven las rodillas y cómo se consigue la voluntad. Se me acaba el tiempo. A veces me parece que estoy muy lejos de las cosas, y a veces están tan cerca que me duelen un elefante. Me pasa chiquitita, sucia, sola. Y generalmente está bien, pero de vez en cuando me retuerce las tripas. Me pasa el frío de los treinta grados, lo rico de la basura. Acostumbro desmayarme y ahogarme más de lo normal, y hace poco entendí que la sal arde más de lo que sazona, pero no me sirvió para nada. Me pasa y me pisa. Por suerte de vez en cuando miro un gato y miro un árbol y miro el olor del café, y entonces casi todo está bien. O yo estoy bien con casi todo.

miércoles, marzo 18

Cada vez que me estiro creo
que estoy tratando de alcanzar los
bordes
del universo para arroparme
y
cuando me duermo
siento que puedo exceder los
bordes
del universo y temo por
mi cuerpito
cayéndose de la realidad.
Atajame.
Tu vértigo es rico
y es fuerte.
Hay cosas de las madrugadas frías que no puedo explicarle a nadie.

jueves, marzo 5

Si usted hoy se despierta y advierte que ha abierto los ojos de la manera en que los hombres abren los ojos
significa que es tiempo de reconocer que se es un hombre
y no un señor.
Entienda: esto es el mundo real. Hay dolores de panza
y compra y venta de seres (los accesorios se venden por separado) de distintas texturas y colores. La gente entra cómodamente en su nombre y se las arregla para no palpar nada, y a los hombres que no son señores los devoran las señoras obesas. ¡Pero a no temer! Abra los ojos hoy y sea hombre, rompa su nombre y sea etcétera. Búsquele los sexos, los pulmones y los corazones a las cosas e indáguelos acerca de la naturaleza de lo que está tanteando. No nombre. El mundo real, así, se restará un dolor de panza, y su alma perderá todo valor comercial. En cuanto a las señoras obesas, la única manera de vencerlas es ponernos a su merced. Reconocerle la diabetes y la papada, mirarle como si se la estuviera olfateando y saber que apesta a quieta, jugar a hamacarse colgado de sus muslos, plantar flores en los pozos de sus piernas celulíticas, encontrarle el ombligo y limpiarlo de pelusas y quitarle pedacitos de hombres muertos de entre los dientes. Sólo después del reconocimiento puede usted intentar amarla. De lograrlo, estará a salvo en su condición de hombre, y la señora devendrá en mujer. De ser incapaz, podrá volver a su condición de señor e invitarle un tecito a la señora obesa.

cien porciento leche materna pasteurizada descremada y emancipada.

Estas hijas de la
transgenización tienen
vaginas en vez de ojos y
no lloran de tristeza
sino de orgasmo.
Las hijas de la
transgenización tienen
el tacto extendido sobre
el mundo y
miran las cosas
con las manos mientras que
con los oídos
intentan decir esta que soy
y no
decirlo en sentido figurado sino
en el sentido
contrario a las agujas del reloj pero
escupen.
Yo soy
la hija mayor
de mamá moderna
y nodriza transgenica.

martes, febrero 10

Ajeno brillante



Esto se llama Chernobyl y lo hizo Jaime Pitarch.

Concebir

A Amelia el destiempo la desubica de una forma tan fastidiosa y hermosa que uno no sabe si romperle una pierna o decirle mamá. Me toca la puerta de casa a ninguna hora, y yo a ninguna hora le abro enojadísimo, tratando de que enojadísimo. Para los mortales que usamos el reloj con todo el dolor de nuestras almas son las tres de la mañana y hay que dormir o beber empedernidamente, pero ella es infinita, y duerme y bebe en simultáneo junto con todas las otras acciones, así que entra y se saca la ropa. Ninguna hora y ninguna tela. Se saca la ropa como con urgencia, como si estuviera tratando de retener el vómito hasta conseguir un balde lo suficientemente grande. Se me ocurre que en realidad la ropa se la saca a ella. Ella se sienta en el sillón. Tiembla. Me pide un cuchillo. Mentira, me exige. Yo trato de que enojadísimo, y quiero gruñirle y asustarla. Que salga corriendo. El cuchillo le urge como le urgía desvestirse. Su vida ahora mismo se trata enteramente de tener un tramontina con sierrita en la mano y estar desnuda, temblando de frío en mi sillón y sin mirarme. Se comporta como una embarazada a punto de parir pienso, y también pienso que me está llenando la casa de gritos. Son las tres y media de la mañana en todos los relojes de nosotros los pobres zombies del sistema sexagesimal y ella está desnuda en mi sillón mientras yo trato de que enojadísimo y de conservar los botones del pantalón en su lugar. Me dan ganas de morderla y arrancarle la carne de a cachos y hay tantas razones para hacerlo que realmente constituye un esfuerzo quedarme quieto. Le doy la navaja más desafilada que encuentro y ella se pone a escribir el piso con susto. Estimo que está pujando. No me mira. Vino a casa a no mirarme y marcarme el piso. Y a llorar. Ahora llora. Escribe como si fuese a vomitar y llora como si la persiguieran. La veo chiquitita y de rodillas sobre el parqué, gritando como si se le desgarrara todo, como si todos sus órganos internos se le estuvieran escapando, y hasta me dan ganas de ser un poco ella. De estar pujando en servicio de la concepción de quién sabe qué en el piso de su casa, desnudo, con frío y transpiradísimo, a las cuatro menos veinte de la mañana.

Porque te sé el olor a sudor
y te sé a vos
en tres o cuatro niveles
te digo
que la próxima vez que intentes amar
lo hagas mejor.

Termina y me mira. Fijísimo. Tiene los ojos hechos pedacitos de vidrio. Es muy triste me dice. Y quiero abrazarla y darle una taza de café o un cigarro mientras le acaricio las costillas, pero no la toco. Es muy muy triste. Yo también lloro. Depresión postparto que le dicen. Me dice como puede que vino porque quería que estuviera. Que estuviera dónde le pregunto yo. En el nacimiento de nuestro hijo me contesta. Acabamos de tener una tristeza, Santiago, y es bellísima.

miércoles, enero 28

Stadt

Hombres y mujeres remendados por todos lados se encuentran para no decirse nada y beber mucho, para dejarse solos. Se citan en cafés y en boliches y en parques y en restoranes para abandonarse. Para no abrazarse abrazándose y no besarse besándose y para tener un sexo deforme y triste sin tocarse. Hombres y mujeres que no son hombres y mujeres sino machistas o marxistas o leninistas o progresistas o rosistas o fanáticos del truco y de la tarta de verdura se consiguen una casa una tele una mesa de ping pong un laburo y un conflicto que rumiar para entretenerse, porque no parecen poder hacer otra cosa. Hombres y mujeres rotos hasta lo mástriste se juntan para no olvidarse de que están separados. Para llorar doce soledades en el baño (porque la convivencia de los hombres y mujeres que nunca vivenciaron nada es eso en realidad: pedirle a alguien que se mude a tu casa, cuestión de poder esconderte entre el shampú y la esponja vegetal y llorar hasta el vómito) para desmembrarse hasta la relocura de tanto intentar darse cuerda. Hombres y mujeres que no son y que no saben se reúnen en fiestas multitudinarias a pretender que se olvidan de que todo les duele. Y quiebran para quejarse de la resaca, y bailan para quejarse de los zapatos. Hombres y mujeres hervidos en un caldo nauseabundo de años y años de Aristóteles y concepto sin símbolo se miran al espejo y quieren ser otro. Otro más lindo, otro más seguro, otro más flaco más tranquilo más potente más auténtico. Pagan a otros hombres y mujeres precocidos para que les expliquen dónde hay que poner qué para ser deseado y cómo tiene que ser la estatura, el peso, la contextura, la personalidad y los hábitos que a su vez tienen que desear. Exigir. Comprar. Hombres y mujeres llenos de antisépticos se enferman y se mueren sin saber por qué la lluvia y la vida, y llenos de un dolor en el que pueden sumergirse, un dolor que se puede amasar y olfatear pero que aseguran (ellos o sus asesores) que no existe. Hombres y mujeres que valen en negativo, suicidados desde que nacieron y entregados completamente a la tarea de encogerse para entrar en un nombre se amuchan en los medios de transporte en las plazas en los edificios de departamentos en las casas en las escuelas en las iglesias los templos las sinagogas los bares las casas de antigüedades los complejos de cines las salas de espera para el psiquiatra, el tarotista, el quiropráctico, el cirujano plástico, el ginecólogo, el alergólogo y la sala de emergencias y se vomitan unos a otros, se escupen intentando decir "este soy". Y una los ama al borde de lo ridículo. Con miedo. Y con dolor de cabeza.

miércoles, enero 21

Por salút

Si yo nunca
me despierto a la madrugada
es porque lo que madruga huele a bebé recién parido y
nos despierta
una existencia blandita y piriquichiquita
con la que no se puede hacer más que dejar que las cosas
nos tacleen y descubrirnos
ombligo
orejas
culo
amor.
Si yo nunca me
despierto
de madrugada
es porque lo que madruga apesta a bebé recién parido y
uno puede estar horas
investigándose las manos sin saber
que existe semejante cosa como las manos.

Si yo nunca me
levanto de la cama
cuando es madrugada
es porque lo que se levanta de la cama cuando
es madrugada
tiene la textura de un bebé recién parido y
da ganas de decir Mamá
y de mamar.

Yo nunca me despierto a
la madrugada
porque soy una cobarde.

martes, enero 20

Retrato.

Amelia es así. Tiene problemas cognitivos en cuanto a conjugar espacio y tiempo. Tiene una mamushka en la cabeza que intenta resolver el nihilismo constantemente y desde cualquier lado. No sabe quién carajo es la mujer que aparece en la marquilla de los cigarrillos y piensa que ojalá los bronquios no se le enojaran tanto cuando inhala y exhala. Tiene conciencia de que cada vez que inspira está expirando un poquito y un poquito está pariéndose. Cree que los seres humanos, en sociedad, estamos en estado líquido o en estado gaseoso. El otro estado de agregación, conjetura, nos pone ultraviolentos. A todo quien la escucha le dice con las manos que las cosas se mueven y se impregnan, así que cuidado con lo que echás sobre las cosas. A todo quien la oye le calla.
Amelia a veces quiere ser el amante francés de una mujer con pecas en las tetas, o una de esas parejas de cieguitos que caminan agarrados del bastón y del otro simultáneamente, y que realmente no tienen necesidad de transladarse, o de esos bichos que son tan una cosita de nada que nadie les quiso poner nombre. A Amelia el nombre le pesa de lo liviano que es.

A veces se le tapa la bombilla del mate o el cuerpo, y tiene que andar revolviendo mugre y chupando muy fuerte.
Cuando es viernes le dan unas ganas insólitas de que alguien la agreda y la rompa y la arañe. Cuando es sábado quiere que le besen la panza. Y los domingos tiene unas ganas insostenibles de fotografiar a una mujer negra mientras se baña.
Cuando puede no piensa, pero cuando piensa se le vienen a la cabeza terremotos. Piensa que hay gente que cuando habla parece una obra de teatro sin cohesión y que las jirafas son un reductio ad absurdum de las vacas. Piensa en conceptos, en colores y en alta definición. Y se pregunta y se pregunta y se pregunta, pero no responde casi nada. No porque se ignore sino porque sabe: en colores y en conceptos no puede abarcarte a vos ni a nada.
Le interesa casi todo. Casi todo no se interesa en ella. Le gusta que las cosas que aman estén bien cerquita y no se abismen, pero Amelia se equivoca y la equivocan, y a veces tiene tantas ganas de que las cosas no existan que lo único que puede hacer es no permitir la existencia y sentipensar en ventanas. Ventanas abiertas de par en par a veces, y a veces apenas cerradas, o con la cortina baja. Ventanas herméticas y ventanas descuidadas. Ventanillas de autos y de aviones. Las ventanas la llevan a replantearse la existencia de los pájaros. Apenas les permite existir y los pájaros le recuerdan a tu cama y a tu olor. Entonces la sobreviene la certeza de que tu cama es material fotosensible. No lo piensa, lo exhala. Tu cama es material fotosensible y ustedes pintan con luz. Cuando Amelia pinta con luz y con vos, su mamushka vence al nihilismo y deja de tener desastres naturales en la cabeza. Amelia es, por sobre todo cuando pintan.




(Pero después. Después es algo que no se puede manejar. La soledad sola solita y sin ella de estar a cielo abierto y no saber cómo se usan las piernas la golpea más fuerte que nunca y te quiere tan pegado a sus músculos que llora como lloran las nenas cuando se caen de rodillas. Es un llanto puro y es un llanto inmaduro. Cuando Amelia llora un llanto (asquerosamente) puro e inmaduro, se da cuenta. Y cuando se da cuenta suele prometerse no volver a dejarse sola. Suele abrazarse y darse de beber. Así es Amelia. Pero eso no importa. -La mayoría del tiempo- Amelia es.)


sábado, enero 17

Frotar estregar fregar refregar restregar friccionar rozar

Es tarde. Es demasiado tarde, es bestialmente tarde, es desubicadamente tarde y Quién se sigue revolviendo las neuronas y revolviéndose en la silla, buscando el recuerdo de alguien, el concepto de alguien que tenga los dedos lo suficientemente largos como para rascarle el esófago, que le pica a masnopodér. No encuentra nada. Desordena todo. Pero es tarde. Es demasiado tarde, es inconvenientemente tarde, es fatalmente tarde para las cosas que eran y ya no son, y Quién piensa en la forma que tiene de caer la lluvia sobre las cosas que no son pero están. Circular, se sonríe. Ahora todo le parece tan influenciable que un pulmón le suspira (puchaché) y el otro se estremece. Le dan unas ganas orgullosas de tocar todo y otras ganas a escondidas de que todo lo toque. Ayer leyó un libro que decía la palabra lullir, y comprendió que mientras todo lulla las cosas no van a estar tan mal. Se sirve café y está seguro de que si pudiese abarcar al menos la mitad de las cosas que implica el café se sentiría más digno de tomarlo. El café lulle la lengua y Quién entiende que se acaba de tomar a alguien con los dedos lo suficientemente largos como para rascarle el esófago. Calma.

sábado, enero 10

Tradecir

Yo me despierto(pero no es que me despierto de verdad, sino que tomo la acción de despertarme)
porque vos te despertás (pero no es que te despiertes de verdad, porque vos no dormiste nunca) y porque estoy convencida ( y con eso quiero decir que la idea no me satisface del todo pero no se me ocurre de qué otra manera pueden ser las cosas) de que si no me dejo madrugar no voy a aprender nada.
Con toda la garganta (y lo que la garganta implica) quiero decir “ésta soy yo” ( ésta soy yo con lagañas, ésta soy yo sin pantalones y con la cara hinchada, transpirada, ésta soy yo rota y sucia ésta...) Pero escupo.
Escupo y miro por la ventana (mirar por la ventana significa que intento ponerme en contacto con las cosas, aunque casi nunca lo logro y entonces lloro un llanto deforme y agresivo porque me aplasta la idea de que ninguna cosa me quiere rascar la panza mientras duermo) Miro con los pulmones apretados el afuera (El afuera significa diez de los míos queriendo decir “éste soy yo” pero escupiendo y asomándose a las ventanas, convencidos de que si no se dejan madrugar no aprenden nada, y siendo madrugados tan seguido y tan porque sí que les duele el sol y sienten que se los están tomando para la chacota y que para cuándo poder decir sin la náusea) El único que logra decir es el cielo y nos llueve a todos (lluvia acá significa alivio, como cuando la parrilla está hirviendo y se la sumerge en agua)
A la lluvia vos la concebís de la misma forma que yo (pujando) con el mismo sudor y las mismas ganas de que deje de doler el vientre (Y así estamos bien) La lluvia dice todo lo que nosotros escupimos. (Estamos bien) Nos dejamos madrugar, pero estamos bien (en cualquier caso, estamos por estar bien.) Yo sé que sonreís porque pensás que mientras siga lloviendo no hay nada de qué preocuparse, y vos sabés que estoy de acuerdo (pero hay veces que no alcanza casi nada)
Pongo el agua en la pava y la pava en el fuego (y el fuego le pone burbujas al agua) y yo con el agua te preparo un café. Revuelvo (yo también me revuelvo). Quiero con toda la cuchara (y lo que la cuchara implica) diluírme (porque estoy imbebible y gorda y podrida). (Ya) no puedo decir “esta soy yo”. (Ya) no puedo decir (pero hablo). Escupo. Escupo escupo escupo.Entonces, revuelta (el estómago, las ideas, los zapallitos) me doy cuenta: no necesito revolver nada para diluírme. (revólver). (Para diluírme) necesito asomarme un poquito más a la ventana.