lunes, julio 30

coso cientomíl

De joven usaré las piernas hasta que se despeguen del suelo: Bailar o caminar o correr o abrir o cerrar o arrodillar o saltar. De vieja dejé de usar las piernas y le dije que estaba inválida nada más para poder hacer carreritas con la silla de ruedas. Me acostó en una cama ni grande ni chica, ni cómoda ni incómoda, con sábanas ni lindas ni feas, ni suaves ni rasposas y con una frazada no muy abrigada. Igual que el resto de mi vida: ni fu ni fa, ma fa molto freddo. Igual que el resto de mi vida: cuatro paredes y un techo y un piso que parecen existir pero son de mentira. Además un armario no muy grande y una ventana no muy alta. Enrejada. A ver si la malvada vieja sin piernas se escapa. A ver si se le ocurre comerse algún chico indefenso. A ver si se atraganta con su propia dentadura la pobre malvada vieja sin piernas. Los chicos indefensos de hoy son bastante vengativos.
De joven usaré los ojos hasta que se peguen a las cosas: mirar, ver, parpadear, cerrar, decir, llorar. De vieja dejé de usar los ojos y le dije que estaba ciega nada más para que no me moleste. Empecé a ver. Ahora sé que del otro lado de la ventana no muy alta y enrejada están Ellos. Ellos se ponen anteojos de sol para mirarme bien y recorren cada una de mis arrugas con los dedos y respiran cada uno de mis aires, reproducen cada uno de mis sonidos pero no hablan. No me hablan. No les caigo simpática ni antipática. A veces me envidian y a veces les doy pena. Ellos tienen unos perros que también me miran bien y me recorren y me respiran y me reproducen. Los perros traen bichos y los esconden en mis sábanas, y yo se los cuido cuando usted viene a cambiar las camas, porque me hacen cosquillas y sonríen. Son como así de grandes. Usted nunca los vio, los puedo ver yo sola, porque estoy ciega.
De joven usaré los oídos hasta que exploten. Oír, escuchar, imaginar. De vieja dejé de usar los oídos y le dije que estaba sorda nada más para no tener que escuchar a nadie. Ahora puedo escuchar: Hay otros perros. Unos molestos que no sé a que vienen. Sí, sé a que vienen. Atraviesan las paredes y el techo y los pisos de mentira. Vienen de noche cuando está usted dormida, y le clavan el único colmillo entre las uñas y los dedos de los pies. Vienen a chuparle la sangre. Ay, Justina, me da tanta lástima lo que le hacen. Es una lástima perder la sangre de uno. Pero es que no los puedo parar, no los veo. Solamente los escucho, a los perros y a sus venas, y cuando quiero acordar ya se fueron, los perros y sus venas. Me parece que Ellos saben sobre los perros. Ellos los deben mandar, sí, seguramente.
De joven Fátima usará las manos hasta que se le evaporen: tocar, acariciar, pegar, romper, arrancar, agarrar, construir. De vieja, Justina, dejé de usar las manos y al toque me arrepentí. En el placard ni muy grande ni muy chico Ellos dejaron una muñeca enorme para que yo jugara cuando usted se va. Pero no la puedo manejar. Tiene el pelo larguísimo, enrulado y colorado, y una cara que le juro que parece de verdad. Llévesela Justina, désela a Fátima de joven, a ver si la podré manejar. A ver si podré de joven, porque después sin piernas ni manos ni ojos ni oídos no pude jugar a nada.
De joven usaré las alas hasta que se acabe el cielo. Las alas son simples: volar. De vieja se cayeron y se callaron todas las plumas del ala izquierda y volé chueco. De joven pretenderé bailar y llorar y acariciar y volar. Pero no voy a saber cómo hasta que esté vieja.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sabría o sabria o sobria o sorbía o ormiga o porfía o órfica o omoplato o olos holos ojos olos alas ulas usas hurras urros turros, son así unos turros, no hay nada que hacer.

... dijo...

No te puedo creer... Sos espectacular...