De joven usaré las piernas hasta que se despeguen del suelo: Bailar o caminar o correr o abrir o cerrar o arrodillar o saltar. De vieja dejé de usar las piernas y le dije que estaba inválida nada más para poder hacer carreritas con la silla de ruedas. Me acostó en una cama ni grande ni chica, ni cómoda ni incómoda, con sábanas ni lindas ni feas, ni suaves ni rasposas y con una frazada no muy abrigada. Igual que el resto de mi vida: ni fu ni fa, ma fa molto freddo. Igual que el resto de mi vida: cuatro paredes y un techo y un piso que parecen existir pero son de mentira. Además un armario no muy grande y una ventana no muy alta. Enrejada. A ver si la malvada vieja sin piernas se escapa. A ver si se le ocurre comerse algún chico indefenso. A ver si se atraganta con su propia dentadura la pobre malvada vieja sin piernas. Los chicos indefensos de hoy son bastante vengativos.
De joven usaré los ojos hasta que se peguen a las cosas: mirar, ver, parpadear, cerrar, decir, llorar. De vieja dejé de usar los ojos y le dije que estaba ciega nada más para que no me moleste. Empecé a ver. Ahora sé que del otro lado de la ventana no muy alta y enrejada están Ellos. Ellos se ponen anteojos de sol para mirarme bien y recorren cada una de mis arrugas con los dedos y respiran cada uno de mis aires, reproducen cada uno de mis sonidos pero no hablan. No me hablan. No les caigo simpática ni antipática. A veces me envidian y a veces les doy pena. Ellos tienen unos perros que también me miran bien y me recorren y me respiran y me reproducen. Los perros traen bichos y los esconden en mis sábanas, y yo se los cuido cuando usted viene a cambiar las camas, porque me hacen cosquillas y sonríen. Son como así de grandes. Usted nunca los vio, los puedo ver yo sola, porque estoy ciega.
De joven usaré los oídos hasta que exploten. Oír, escuchar, imaginar. De vieja dejé de usar los oídos y le dije que estaba sorda nada más para no tener que escuchar a nadie. Ahora puedo escuchar: Hay otros perros. Unos molestos que no sé a que vienen. Sí, sé a que vienen. Atraviesan las paredes y el techo y los pisos de mentira. Vienen de noche cuando está usted dormida, y le clavan el único colmillo entre las uñas y los dedos de los pies. Vienen a chuparle la sangre. Ay, Justina, me da tanta lástima lo que le hacen. Es una lástima perder la sangre de uno. Pero es que no los puedo parar, no los veo. Solamente los escucho, a los perros y a sus venas, y cuando quiero acordar ya se fueron, los perros y sus venas. Me parece que Ellos saben sobre los perros. Ellos los deben mandar, sí, seguramente.
De joven Fátima usará las manos hasta que se le evaporen: tocar, acariciar, pegar, romper, arrancar, agarrar, construir. De vieja, Justina, dejé de usar las manos y al toque me arrepentí. En el placard ni muy grande ni muy chico Ellos dejaron una muñeca enorme para que yo jugara cuando usted se va. Pero no la puedo manejar. Tiene el pelo larguísimo, enrulado y colorado, y una cara que le juro que parece de verdad. Llévesela Justina, désela a Fátima de joven, a ver si la podré manejar. A ver si podré de joven, porque después sin piernas ni manos ni ojos ni oídos no pude jugar a nada.
De joven usaré las alas hasta que se acabe el cielo. Las alas son simples: volar. De vieja se cayeron y se callaron todas las plumas del ala izquierda y volé chueco. De joven pretenderé bailar y llorar y acariciar y volar. Pero no voy a saber cómo hasta que esté vieja.
lunes, julio 30
miércoles, julio 25
Descansillo
Quisiera que te callaras de una vez así puedo saber qué decís. Saber que decís lo que yo quisiera que digas callándote. Lo que yo quisiera que digas callándote no lo vas a decir más. No lo vas a decir más porque no paro de hablar. No paro de hablar sobre este estar haciendo bucles en el cosmos con un avioncito de papel piloteado por simios. Piloteado por simios con déficit de a-ten-ción. A-ten-ción, detención y retención de datos que no me importan ni un poquito. Ni un poquito me importa este estar enredada en el cordón umbilical y rodando escaleras abajo. Escaleras abajo hay una puerta que tiene un cartelito que dice “salida” pero quizás me lo estoy imaginando. Quizás me lo estoy imaginando al tren que atraviesa la puerta y sube las escaleras conmigo agarrada a la ventanilla del trenenáuta. La ventanilla del trenenáuta que pudo ser astronauta pero tuvo miedo. Pudo ser astronauta pero tuvo miedo y ahora es
Locutor de imágenes para sordos
Organizador de eventualidades
Colectivero en Parque Chas
Urólogo especialista en plantas
Reportero de cantos rodados famosos
Analista de sistemas respiratorios
Locura. Tuvo miedo y ahora es. Ahora estás. Ahora estás temblando.
Locutor de imágenes para sordos
Organizador de eventualidades
Colectivero en Parque Chas
Urólogo especialista en plantas
Reportero de cantos rodados famosos
Analista de sistemas respiratorios
Locura. Tuvo miedo y ahora es. Ahora estás. Ahora estás temblando.
domingo, julio 15
segundo coso
En los últimos tiempos Fátima dice mucho más de lo que hace, y es por eso que a la hora de escribirle cartas a Tobías dicta en lugar de escribir. Justina la dejó sola hace ya tres años que transcurrieron en tres días, pero eso no evita que Fátima le dicte al aire. La última carta la dictó así:
Acá, alguna vez
Mi queridísimo rottweiller (dos puntos, abajo) Que las manos se suelten cuando se tengan que soltar (punto seguido) y si todavía hay sed (coma) que no desesperemos (coma) el mundo rebalsa de manos que tienen la misma sed que las nuestras (punto seguido) Además adentro mío no hay pelo o codos u ojos o nariz que valgan (coma) el serumano se resume en las manos (coma otra vez) que ejecutan o recitan (recitan va con c) alguna de las siguientes acciones (coma) a saber (dos puntos, al lado) arrancar (coma) cavar (coma) beber (coma) desarmar o acariciar (punto y aparte, dejá sangría) Ahora que libre se escribe chiquitito y rápido (rápido va con acento en la a) y como mintiendo no nos queda otra que dejar pasar el tiempo escondidos en el rincón más mugriento de nosotros mismos (punto seguido) Yo soy los gusanos que se van a comer mi carne muerta (coma) soy el pato que se va a comer a los gusanos (coma) soy la gorda diabética (école cua-c) que se va a comer al pato (coma) con las manos grasosas y el cinturón desabrochado (punto seguido) Soy la serpiente que ataca a la gorda en sus sueños y le muerden el tobillo (punto seguido) Cuando la serpiente cambia la piel empieza a ser yo de vuelta (punto seguido) yo misma (coma) el cadáver que se esconde disfrazado de vida (punto segudo) y aunque quiera que todos mis corazones sean pájaro no soy más que huesos de reptiles ondulantes (coma) y aunque pretenda volar sólo puedo reptar (punto aparte, sangría) Vos (coma) del cuore hasta las manos (coma) de las cuatro patas de rottweiller hasta los colmillos de perro salchicha (coma) estás lleno (coma) cubierto de pájaros heridos (punto seguido) yo no sé entablillar alas (coma) menos las tuyas (punto seguido) Heridos o no los pájaros vuelan (coma) y eso es todo lo que nos interesa (punto seguido) Los que vuelan no están atados a nada (coma) no tienen por qué encerrar a sus manos en ninguna otra mano (punto aparte, sangría) Así que alejate (coma) porque vos volás y yo me como (coma) en forma de pato de gorda o de gusano (punto seguido) Muy pocas veces (coma) dramamine mediante (coma) logro no vomitarme (punto y aparte) Libre para mí (coma) hoy (coma) se escribe chiquito y rápido y como mintiendo (coma) pero libre en vos y a vos (coma) queridísimo pekinés (coma de vuelta) transgrede los límites de la carne y de mí (punto seguido) Así que alejate (coma) porque vos podés y acá las cosas se están pudriendo (punto seguido) Yo ya me acostumbré a pudrirme con las cosas (punto final)
Mía
Fátima , reina de los unicornios y las chapitas de coca-cola. Madre y señora de todo el zoológico que la habita.
sábado, julio 14
octavo coso
Dicen los que saben que una vez existió una nena que juntaba las hojas secas adentro de una valija. La valija decía “fin”. Guardarse los finales era triste pero hermoso.
Los días jueves eran lo mismo que los martes para ella, los relojes eran una de las miles de cosas que se nombran pero no existen. Se despertaba recitando un sinfín de acciones que nunca iba a ejecutar, y luego saltaba los mil kilómetros que hay entre el colchón y el suelo solamente para ser una hoja y saber que alguien podría juntarla y guardarla en una valija. Su valija, quizás, no diría nada, ni “fin” ni “amor”, absolutamente nada. Su vida transcurría entre el cordón de la vereda y las ganas de correr. Tropezarse. Entre la conciencia de libertad y la encarcelación voluntaria. Limitarse. Entre las ganas de creer y la gente que te dice que el ratón Perez son los padres. Ensordecer. Cuando estaba de buen humor decía que en la esquina de Av. Rivadavia y Callao había un huequito donde uno podía estar bien. Bien y sin ojalases, bien y ya sin sed, tranquilo. Cuando estaba triste, agregaba que solamente era un huequito para los que veíamos huecos en todos lados, para los que le ponemos carteles de salida a todos los umbrales, para los que ya no soportamos este hacer bucles cuando podemos caminar derecho. Los que saben dicen que una vez existió una nena, lo dije hace diez minutos que en realidad fueron treinta Apocalipsis. Una nena ya no es nena. Es una hoja seca dentro de una valija que no dice nada pero grita como gritan los que no saben actuar, y ya no tiene ni idea de si la esquina de Av. Rivadavia y Callao es una salida o una trampa. Si reírse es el paraíso o mugre debajo de una alfombra. Ahora tiene que hacerse cargo y nunca va a estar lista.
Los días jueves eran lo mismo que los martes para ella, los relojes eran una de las miles de cosas que se nombran pero no existen. Se despertaba recitando un sinfín de acciones que nunca iba a ejecutar, y luego saltaba los mil kilómetros que hay entre el colchón y el suelo solamente para ser una hoja y saber que alguien podría juntarla y guardarla en una valija. Su valija, quizás, no diría nada, ni “fin” ni “amor”, absolutamente nada. Su vida transcurría entre el cordón de la vereda y las ganas de correr. Tropezarse. Entre la conciencia de libertad y la encarcelación voluntaria. Limitarse. Entre las ganas de creer y la gente que te dice que el ratón Perez son los padres. Ensordecer. Cuando estaba de buen humor decía que en la esquina de Av. Rivadavia y Callao había un huequito donde uno podía estar bien. Bien y sin ojalases, bien y ya sin sed, tranquilo. Cuando estaba triste, agregaba que solamente era un huequito para los que veíamos huecos en todos lados, para los que le ponemos carteles de salida a todos los umbrales, para los que ya no soportamos este hacer bucles cuando podemos caminar derecho. Los que saben dicen que una vez existió una nena, lo dije hace diez minutos que en realidad fueron treinta Apocalipsis. Una nena ya no es nena. Es una hoja seca dentro de una valija que no dice nada pero grita como gritan los que no saben actuar, y ya no tiene ni idea de si la esquina de Av. Rivadavia y Callao es una salida o una trampa. Si reírse es el paraíso o mugre debajo de una alfombra. Ahora tiene que hacerse cargo y nunca va a estar lista.
viernes, julio 13
Maquinitas I
La pelirroja del vestido negro cuerpo perfecto se sienta en un sillón lleno de pelusas y se prende un pucho. Mira por la ventana y está lloviendo. Todo perfecto: la máquina funciona. La rubia del vestido verde cuerpo defecto me siento en el piso y me prendo. Me tiro por el balcón y está nevando. La máquina se descompuso. ¿sabés Javier? Durante un tiempo tuve miedo de nombrarte. ¿sabés Dora? Todavía no puedo quererte ¿sabés Tobías? Siempre tuve miedo de enjaularte ¿sabés Fátima? A veces quiero ser completamente vos.
La rubia del vestido verde cuerpo defecto entiendo que Universo es una mamushka gigante, pero entender todavía no es querer. Sé que Corazón es dos serpientes mirándose, pero igual cuando se calla y se escucha no escucha dos serpientes sino mil pájaros. La mujer del barco de vapor siento que Árbol es dos manos queriendo arrancar el cielo y la tierra, y ya lo van a lograr. La mujer del barco de vapor sabe que Dolor es prender la luz y que la lamparita se queme. Dolor es prenderse uno y que los demás lo quemen. Dolores es el nombre de la mujer del barco de vapor. Soy Dolores también.
La rubia del vestido verde cuerpo defecto entiendo que Universo es una mamushka gigante, pero entender todavía no es querer. Sé que Corazón es dos serpientes mirándose, pero igual cuando se calla y se escucha no escucha dos serpientes sino mil pájaros. La mujer del barco de vapor siento que Árbol es dos manos queriendo arrancar el cielo y la tierra, y ya lo van a lograr. La mujer del barco de vapor sabe que Dolor es prender la luz y que la lamparita se queme. Dolor es prenderse uno y que los demás lo quemen. Dolores es el nombre de la mujer del barco de vapor. Soy Dolores también.
5to coso
Tobías se muere. Se muere pero sigue existiendo, y por eso es que se va. No sé a dónde, pero se va y deja a Fátima y se deja a él. Deja su casa, deja sus ganas, se mata, quizás para renacerse. Antes de irse le escribe a Fátima una carta para salvarla de lo que ya lo consumió a él.
Fatimita hermosa:
Abandonando el tiempo te ponés a hablar una vez más sobre relojes internos y recitás, como todas las mañanas, la lista de todas las acciones que nunca vas a tomar pero quisieras. Sabés que eso es horrible, pero no podés parar de hacerlo, y yo a veces te entiendo Fátima hermosa, Fátima de la tierra debajo de las uñas y de las confesiones debajo de las palabras. Se te cansan las ganas entonces, se te seca la boca, y aunque tenés ganas de gritar te callás, y aunque tenés sed no bebés, y aunque sabés que al final sólo te queda comerte a vos misma (intentando no vomitarte esta vez, no lo digo por vos sino por el piso, nena, que después lo tengo que limpiar yo y es un garrón) otra vez te asqueás y no probás bocado. Famélica, sí. Y por elección. Aunque hagas de cuenta que la libertad no existe. No te hagas la boluda.
Abandonás el espacio después, no sabés si corrés por el cosmos o por el caos, pero empezás a correr, no sabés adónde vas pero es preciso llegar cansada, o al menos eso te dijeron. No sabés adónde vas, y aunque el tiempo no existe, estás llegando tardísimo, Fatimita. Correr es por calles angostas de plastilina y con piernas de lo mismo, y aunque sabés que no vas a llegar corrés, desesperadísima, ya con los muslos más que con los pies. Correr se convierte en arrastrarse, y para vos, que estás tan acostumbrada a volar, Fátima querida, eso es indecoroso. Ahora lo único que querés es explotar y que de vos salgan pájaros y no reptiles, pero qué le vas a hacer si cuando era tiempo de mudar la piel vos te quedaste recitando acciones. Fátima linda, bonita, reina de los unicornios y las brujerías: despertate. Ya no hay nada en este suelo que te haga bien, ni tus pies ni el barro son tuyos en realidad, ni tus brazos ni los ajenos te pueden abrazar cuando te derretís. Tu destino, si es que existe algo como el destino y no estamos saltando en realidad de probabilidad matemática en probabilidad matemática, era ser bebida o fluir por algún río, pero ahora sos agua estancada que se arrastra y se congela, y no hay nada que hacerle, Fátima bonita, el destino es mentiroso y vos, congelada o de plastilina, con huesos de tiza o con la carne agusanada, con escamas o con plumas, tenés que abrazarte, comerte y seguir cavando. Algo vamos a encontrar que se parezca a un unicornio, aunque sea sólo una chapita de Coca-Cola. Pero no, dejemos de escapar y abrazame, que al final es lo mismo que abrazarte si lo pensamos, abrazame y despertemos, que este ya no es nuestro suelo y estos ya no son nuestros pies, y es hora de aceptarlo y seguir caminando. Ya no vamos a volar, Honeypie (oh honey pie, my position is tragic, come and show me the magic of your Hollywood song), pero te prometo que ya no corremos y te re mil re prometo que no te voy a hacer arrastrar más. Perdón.
Nuestro
Tobías el vivo y Tobías el muerto.
Fátima rompe la carta y rompe el vaso del que tomaba Tobías. Se tapa los ojos, se destapa el cuerpo y se va a dormir. Aunque quiere romper todo sabe que lo que dice y no dice Tobías es cierto.
Fatimita hermosa:
Abandonando el tiempo te ponés a hablar una vez más sobre relojes internos y recitás, como todas las mañanas, la lista de todas las acciones que nunca vas a tomar pero quisieras. Sabés que eso es horrible, pero no podés parar de hacerlo, y yo a veces te entiendo Fátima hermosa, Fátima de la tierra debajo de las uñas y de las confesiones debajo de las palabras. Se te cansan las ganas entonces, se te seca la boca, y aunque tenés ganas de gritar te callás, y aunque tenés sed no bebés, y aunque sabés que al final sólo te queda comerte a vos misma (intentando no vomitarte esta vez, no lo digo por vos sino por el piso, nena, que después lo tengo que limpiar yo y es un garrón) otra vez te asqueás y no probás bocado. Famélica, sí. Y por elección. Aunque hagas de cuenta que la libertad no existe. No te hagas la boluda.
Abandonás el espacio después, no sabés si corrés por el cosmos o por el caos, pero empezás a correr, no sabés adónde vas pero es preciso llegar cansada, o al menos eso te dijeron. No sabés adónde vas, y aunque el tiempo no existe, estás llegando tardísimo, Fatimita. Correr es por calles angostas de plastilina y con piernas de lo mismo, y aunque sabés que no vas a llegar corrés, desesperadísima, ya con los muslos más que con los pies. Correr se convierte en arrastrarse, y para vos, que estás tan acostumbrada a volar, Fátima querida, eso es indecoroso. Ahora lo único que querés es explotar y que de vos salgan pájaros y no reptiles, pero qué le vas a hacer si cuando era tiempo de mudar la piel vos te quedaste recitando acciones. Fátima linda, bonita, reina de los unicornios y las brujerías: despertate. Ya no hay nada en este suelo que te haga bien, ni tus pies ni el barro son tuyos en realidad, ni tus brazos ni los ajenos te pueden abrazar cuando te derretís. Tu destino, si es que existe algo como el destino y no estamos saltando en realidad de probabilidad matemática en probabilidad matemática, era ser bebida o fluir por algún río, pero ahora sos agua estancada que se arrastra y se congela, y no hay nada que hacerle, Fátima bonita, el destino es mentiroso y vos, congelada o de plastilina, con huesos de tiza o con la carne agusanada, con escamas o con plumas, tenés que abrazarte, comerte y seguir cavando. Algo vamos a encontrar que se parezca a un unicornio, aunque sea sólo una chapita de Coca-Cola. Pero no, dejemos de escapar y abrazame, que al final es lo mismo que abrazarte si lo pensamos, abrazame y despertemos, que este ya no es nuestro suelo y estos ya no son nuestros pies, y es hora de aceptarlo y seguir caminando. Ya no vamos a volar, Honeypie (oh honey pie, my position is tragic, come and show me the magic of your Hollywood song), pero te prometo que ya no corremos y te re mil re prometo que no te voy a hacer arrastrar más. Perdón.
Nuestro
Tobías el vivo y Tobías el muerto.
Fátima rompe la carta y rompe el vaso del que tomaba Tobías. Se tapa los ojos, se destapa el cuerpo y se va a dormir. Aunque quiere romper todo sabe que lo que dice y no dice Tobías es cierto.
jueves, julio 12
1er coso
Sábado 24: Dorita, está pronosticado lluvia.
Ni llovió ni escampó, pero ella de todos modos tenía el paraguas abierto. Se quería mojar, pero aún así tenía el paraguas abierto. Se quería matar, y sin embargo le hacía caso a los semáforos. Se quería consumir, pero cuando alguien la prendía fuego ella lloraba. Llovía.
Sábado 24: no me quiero sentar a recitar.
El sábado 24 es para hacer, el viejo recitaba, Dora hace. Se hace. No sé qué. Sábado 24 es pretérito imperfecto de subtes, de silencios que dijo y de palabras que no omitiste. Sábado 24 de unicornios que se cagan de risa cuando les dice que los ve. Sábado 24 de cíclopes que se camuflaban pero ahora enceguecen.
Pero silencio. Silencio, escuchemos.
Callemos dos minutos a ver qué es lo que pasa.
El sábado 24 es un pretérito ridículo. Hoy tendría que ser Sábado 24, pero es Viernes 25 del presente destructivo. Y está cansada. Cierra el paraguas y se prende fuego se apaga se rompe se derrite se tira debajo de todos los camiones explota, se deshace y se rehace ¿la viste? se desviste se entierra se disfraza de gusanos y se come, se divide en mil pájaros y come a todos sus gusanos. Descansa. Cierra puertas y ventanas, cierra los ojos, cierra los poros, debajo de una frazada que hace las veces de cuerpo que abraza jura que no va a dejar que se le acabe el aire nunca más. Ya basta. No quiero recitar acciones nunca más. Viernes 25: chau. Adentro suyo es siempre Sábado 24, destiempo glorioso que ama y que vuela. Adentro suyo no necesita nada. Afuera, la vida y ella se acaban. Adentro cosmos. Afuera caos. Dora Langlay se protege de la lluvia metiéndose dentro de sí misma.
Ni llovió ni escampó, pero ella de todos modos tenía el paraguas abierto. Se quería mojar, pero aún así tenía el paraguas abierto. Se quería matar, y sin embargo le hacía caso a los semáforos. Se quería consumir, pero cuando alguien la prendía fuego ella lloraba. Llovía.
Sábado 24: no me quiero sentar a recitar.
El sábado 24 es para hacer, el viejo recitaba, Dora hace. Se hace. No sé qué. Sábado 24 es pretérito imperfecto de subtes, de silencios que dijo y de palabras que no omitiste. Sábado 24 de unicornios que se cagan de risa cuando les dice que los ve. Sábado 24 de cíclopes que se camuflaban pero ahora enceguecen.
Pero silencio. Silencio, escuchemos.
Callemos dos minutos a ver qué es lo que pasa.
El sábado 24 es un pretérito ridículo. Hoy tendría que ser Sábado 24, pero es Viernes 25 del presente destructivo. Y está cansada. Cierra el paraguas y se prende fuego se apaga se rompe se derrite se tira debajo de todos los camiones explota, se deshace y se rehace ¿la viste? se desviste se entierra se disfraza de gusanos y se come, se divide en mil pájaros y come a todos sus gusanos. Descansa. Cierra puertas y ventanas, cierra los ojos, cierra los poros, debajo de una frazada que hace las veces de cuerpo que abraza jura que no va a dejar que se le acabe el aire nunca más. Ya basta. No quiero recitar acciones nunca más. Viernes 25: chau. Adentro suyo es siempre Sábado 24, destiempo glorioso que ama y que vuela. Adentro suyo no necesita nada. Afuera, la vida y ella se acaban. Adentro cosmos. Afuera caos. Dora Langlay se protege de la lluvia metiéndose dentro de sí misma.
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