martes, febrero 1

Intensidad e incertidumbre, las dos cosas que más me enorgullecen y me vuelven más desagradable.

Poco amena y muy Ximena (qué trucazo, ¿no?).

La pasión por el misterio por la angustia y el conflicto pero también la fobia y las ganas de gentrificarme los barrios más peculiares del cerebro. ¿Quién me manda a ser cobarde pero amar las aventuras?

Las estampitas de mi generación
son coyunturales, como todas nuestras religiones,
y se autodestruyen después de 24 horas
alla James Bond meets Mark Zuckerberg.

Pero en realidad no creo en las generaciones
y mucho menos en la mía
así que para qué Allengisberguearla.


Epistemología Jr.

Me lo dijo mi tía a los siete años cuando reclamé saber japonés y diez otros idiomas y tocar la batería y diez otros instrumentos y las recetas más tradicionales de los cinco continentes y si había vida en otras galaxias y si todos los humanos percibimos igual los colores.


Me miró fijo a los ojos y me dijo
no se puede saber todo.

Demoledor. No-se-puede-saber-todo.
Ahí empezó la debacle, creo.
Mi tía es docente
así que supe
que no estaba mintiendo,
que si ella decía que todo no se puede saber
era por conocimiento de causa.

Igual lo tomé como un desafío
por un rato,
porque terquedad no me falta,
y después lo tomé como un mantra redentorio por otro rato,
porque tiempo no me sobra.

Ahora ya hay cosas que sé,
cosas que puedo intuir
y cosas
que ya no me interesa saber en lo más mínimo. Incluso hay algunas cosas
que me gustaría no haber aprendido.
Lo que sí entendí es
por qué a algunas religiones
les parece bien el asunto de la reencarnación.
No nos asusta la muerte,
nos asusta elegir.

Cuarentena, o formas de hablar de la muerte sin decir muerte

Me reprocho lo inconstante que soy con la gente que quiero, el esfuerzo que me supone mantener amistades, y la insufrible costumbre que tengo de usar el corazón para cualquier cosa menos para lo que deseo. Porque para trabajar somos todas valientes para pagar el monotributo, para analizar Gilmore Girls, somos todas poetas para ir a comprar corpiños al Once. Cualquiera lleva el corazón a ver TikToks. Pero a la hora de los bifes (de seitán) nace una cobarde, se sabe. Nunca escribí un poema de deseo, siempre fueron todos poemas de falta.


Me reprocho
que mis cubiertos no sean todos del mismo juego
y que toda mi ropa tenga manchas.
Le saco la etiqueta a un suéter nuevo
y a las dos horas
ya tiene una mancha de vino en el frente.
Y tiro cosas
todo el tiempo
como si mis manos fueran tentáculos enmantecados
con perdón de los pulpos pasteleros.
He roto vasos de plástico
¿quién rompe vasos de plastico?
Ni los nenes
ni los pulpos
ni los huracanes.
Rompo todo
gasto todo
todo se arruina y se hace viejo entre mis manos.

Me reprocho
me juzgo y me condeno
la dejadez con la que me corto a mí misma el pelo
con una tijera de cocina
porque ya sé que va a malir sal
lo sé desde el principio y no me importa
y me torturo
mirándome al espejo y pensando qué dejada
cuándo dejé de pintarme las uñas
cuándo me dejé de poner aros
cuándo dejé de usar hilo dental
y por qué a mi alrededor
todes parecen tener 3 filtros uno arriba del otro
¿no les cuesta vivir?
¿no les cuesta energía la mera existencia?
¿de donde sacan las ganas? ¿cómo hacen?

Me reprocho, escudriño y opino
y pregunto por qué soy así
por qué
no puedo dejar de ser así
o de ultima
dejar de ser.
Y mantengo el insoportable hábito
de ser siempre inadecuada
de no poder esconder lo que siento
de no poder sentir sin esconderme.

Me caigo con mil condenas
con todo el peso de la ley
orden en la sala
pero nunca viene el castigo
nunca llega la sentencia
nunca está claro cuánto tengo que pagar
y si puede ser en cuotas.
Lo único que pago por ahora
son sesiones de terapia
y cosas que no necesito en MercadoLibre.

¿Te asustás si tu papá mata un chancho?


¿Te asustás si tu papá mata un chancho? 
Si tu papá
un día, de la nada,
trae un chancho a la casa
lo nombra, lo señala
lo mima, le juega,
lo alimenta con bellotas
le enseña unos trucos
le cuenta unos secretos.

Si tu papá
llora con el chancho
y ríe con el chancho
y sienta al chancho en su mesa
y comparte el pan con el chancho
y lo viste con la ropa vieja de tus hermanos.

Si tu papá le dibuja un retrato al chancho,
donde el chancho aparece
echado panza arriba
en una cama de flores.

Si tu papá le pregunta al chancho
sobre sus opiniones políticas
e indaga sobre sus sueños, sus esperanzas,
sobre cómo es el mundo
que el chancho quisiera dejar a sus hijos.

Si tu papá parece darle
categoría de persona al chancho
y espacio para ser
persona.

Si tu papá
lleva al chancho al fondo
detrás de la higuera
y le abre una sonrisa
sangrienta
en uno de los pliegues del cuello
que mana sangre tibia
interminable hasta que se termina
y se oye al chancho chillar
hasta que no puede
chillar más, y ahora no son flores
sino una cama de sangre
que nunca será morcilla
¿vos te asustás si pasa eso?

Ahhhh
Te asustaste.