Quién me pienso que soy para levantar la voz
(pero después también)
por que pienso que tengo derecho al silencio
(y pensándolo mejor)
a quien le importan las medidas específicas de mi angustia
cuánto pesa, a qué huele
si ni siquiera yo sé bien que siento
(si ni siquiera sé sentir bien).
La hora de la crueldad ya pasó
(pero)
ya no queda tiempo para conmiserarse de una misma
la piedad es un músculo que se ejercita
(con paciencia)
con consistencia
la piedad es un arte ajeno.
Lástima a nadie maestro.
Pero también está este otro juego,
el juego de llevarme arrastrando por la vida
(pataleando, vida arriba)
que no entiendo
(a veces)
por qué tengo que jugar
y (otras veces) me resulta regio.
Y es difícil pero quién me pienso que soy para quejarme
si difícil es hombrear bolsas en el puerto
no hombrearse a una hasta la verdulería
fuera de la cama
a lavarse los dientes
y a ponerse una remera sin manchas.
La hora de la crueldad ya pasó
(Pero)
La piedad todavía no aparece
Y en el medio sigo verde, sigo mamá mona con banana verde.
29 años son 1450 domingos
Y todavía no me acostumbro
A este olor, a este pegote
A este final que todavía ni siquiera empieza.