martes, octubre 1

Baldosa

Paseamos por ahí, porque algo hay que hacer
que no nos de náusea.

Porque hay sol y porque no hay alternativa,
cruzamos calles con baldosas revoleadas con cubilete
Y estudiamos los estratos geológicos
1ue fueron dejando las gestiones
desde De la Rúa hasta Larreta que es lo que conocemos,
y más atrás lo que nos contaron,
y más atrás lo que nos imaginamos, 
porque Argentina nunca hace películas de época.


Analizamos las filas de baldosas
con desapego,
como si la historia fueran solo diseños de baldosa:
Las beige a rayitas, las grises a cuadros,
las que tienen pedacitos de otras piedras dentro.
Discutimos sobre las baldosas de otras ciudades
y por primera vez me doy cuenta
que nunca les presté atención.
¿Acaso se puede decir que uno viajó
si no conoce las baldosas extranjeras?

Teorizamos
sobre las razones para andar cambiando
las baldosas compulsivamente
para hacer borrón y cuenta nueva
y que no haya huella
en el sentido más aburrido del término.


Tratamos de entender, ¿por qué hay que hacer algo?
¿Por qué hay sol y por qué no hay alternativa?
¿Por qué hay gente amable como lavarse la cara con agua tibia,
y gente que busca pleito sólo para decir la palabra pleito?
Y tratamos de hacer lo posible por ser una caricia
pero con la presencia de una piña,
de ser suaves como una brisa
pero con la contundencia de un tsunami,
porque no queremos que el mundo se termine
y no haber dejado huella
en el sentido más divertido del término.


Pero al mismo tiempo
qué manija ¿no?
de dejar de pretender que la historia sea algo
y verse a una misma como diseños de baldosas


revoleadas con cubilete sobre la propia topografía.

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