miércoles, enero 24

Yo soy ese perro del vecino
encerrado aullando perdición y soledad
Ese perro del vecino
dientes de leche y pelaje de caniche amarronado,
teñido de lágrimas bajo los ojos
condenado a vivir existencia de caniche
Que se sabe chiquito y bobo
Pero se siente valiente y rey.
Perro del vecino
abandonado todo el dia rascando la puerta,
cantando un tango perruno de desengaño y realidad.
Hoy, al lado de mi casa un perro descubre que no es libre.
Yo soy ese perro de vecino
enamorado del mundo, el peor amor que uno puede sentir,
enamorado de todo, de todo lo que se puede experimentar, 
pero sin experimentar nada,
entrega total al mundo inaccesible.
Ese caniche de vecino
que ahora aúlla
y rasca
y es pura angustia
y parece que su vida se terminara,
cada vez que grita,
que ladra,
que rasca,
pidiendo auxilio al barrio,
a otros perros, esperando que el aburrimiento no se lo trague,
que la angustia no lo fagocite.
Perro existencialista de clase media,
perro de departamento, con tiempo para pensar.
Siempre fui este perro drama queen
que aúlla en su propia casa donde nada malo está sucediendo,
excepto su propia existencia,
como si le arrancaran el alma con uñas de oso.
Caniche de vecino
todos sabemos cómo es esto: cuando vuelva el vecino
y acaricie a este perro
y lo toque y lo mire
y le diga por su nombre
el caniche
se va a olvidar de todo
porque una caricia borra todo

y ese es el problema del amor.

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