lunes, diciembre 29

Más fanático del destierro que del desentierro, José se mutila de a poquito. Porque acá tengo una verruga, y no es propio de un José tener verruga, así que chau brazo. Porque acá duele, y no es digno de un José dolerse, chau pulmón. Este meñique me pone de muy mal humor, y la superioridad de un José como soy yo no puede concebir todo eso de patalear y ponerse rojo y humedecerse de mar la cara. Nueve dedos, pues.
José tiene miedo de las cosas que no habitan y no pueden ser abarcadas por su nombre. Tiene terror todos los días de despertarse despeinado, o sucio, o con mal aliento. Cuando da señales de ser un humano, siente un horror de magnitud 10 que lo sacude todo y le tira del estante los adornitos que compró en mar del plata, y se encierra en un refugio antigente durante los siguientes dos meses, a podarse la humanidad y ver si puede, de paso, evitar que crezca otra vez. Estos son los peligros de no querer saberse los monstruos y de no exhibir los tentáculos -desorgulloso- a la humanidad circundante. José es un hombre solo y mutilado que es a medias, porque evita ser todo su costado alumno.

3 comentarios:

Claroscuro dijo...

¿Te gusta eso de las mutilaciones no?

Claroscuro dijo...

Te llevarías bien con Arcam vos (a.k.a.: '...').

Por cierto, no sé si la conocés o no, pero te recomiendo escuchar a Joanna Newsom. De alguna manera escucharla es como leerte a vos, y viceversa.

Cereza dijo...

Estuve leyendo de vos y sonreí. Tanto tanto me hacés bien.