viernes, agosto 12

Mi cerebro en el frigobar de un hotel faiv estars
cuesta tres dólares
con cincuenta centavos
(quince argentinos
sesenta uruguayos)
acá todas las mujeres tienen la nariz intervenida
menos yo
y no entiendo si sus caras
son de desconcierto
de satisfacción
o de aburrimiento.
Siempre me siento
como una tortuga en un carnaval carioca
pero esto es ridículo
hasta para la vida
que es profundamente ridícula.
Tengo un espejo enfrente de la ducha y puedo
verme las tetas
entre la bruma
del vidrio empañado
(las tortugas no tienen tetas
ni placenta)
no me parecen mías
no me parece
que nada de eso sea mío
pero la cama es cómoda
y hay calefacción
así que eventualmente me duermo.
Desde la ventana puedo ver obreros
trabajando en un edificio
muy temprano.
Pienso en manos transformando materiales
me parece bello
y siento vergüenza.


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