martes, febrero 1

Cuarentena, o formas de hablar de la muerte sin decir muerte

Me reprocho lo inconstante que soy con la gente que quiero, el esfuerzo que me supone mantener amistades, y la insufrible costumbre que tengo de usar el corazón para cualquier cosa menos para lo que deseo. Porque para trabajar somos todas valientes para pagar el monotributo, para analizar Gilmore Girls, somos todas poetas para ir a comprar corpiños al Once. Cualquiera lleva el corazón a ver TikToks. Pero a la hora de los bifes (de seitán) nace una cobarde, se sabe. Nunca escribí un poema de deseo, siempre fueron todos poemas de falta.


Me reprocho
que mis cubiertos no sean todos del mismo juego
y que toda mi ropa tenga manchas.
Le saco la etiqueta a un suéter nuevo
y a las dos horas
ya tiene una mancha de vino en el frente.
Y tiro cosas
todo el tiempo
como si mis manos fueran tentáculos enmantecados
con perdón de los pulpos pasteleros.
He roto vasos de plástico
¿quién rompe vasos de plastico?
Ni los nenes
ni los pulpos
ni los huracanes.
Rompo todo
gasto todo
todo se arruina y se hace viejo entre mis manos.

Me reprocho
me juzgo y me condeno
la dejadez con la que me corto a mí misma el pelo
con una tijera de cocina
porque ya sé que va a malir sal
lo sé desde el principio y no me importa
y me torturo
mirándome al espejo y pensando qué dejada
cuándo dejé de pintarme las uñas
cuándo me dejé de poner aros
cuándo dejé de usar hilo dental
y por qué a mi alrededor
todes parecen tener 3 filtros uno arriba del otro
¿no les cuesta vivir?
¿no les cuesta energía la mera existencia?
¿de donde sacan las ganas? ¿cómo hacen?

Me reprocho, escudriño y opino
y pregunto por qué soy así
por qué
no puedo dejar de ser así
o de ultima
dejar de ser.
Y mantengo el insoportable hábito
de ser siempre inadecuada
de no poder esconder lo que siento
de no poder sentir sin esconderme.

Me caigo con mil condenas
con todo el peso de la ley
orden en la sala
pero nunca viene el castigo
nunca llega la sentencia
nunca está claro cuánto tengo que pagar
y si puede ser en cuotas.
Lo único que pago por ahora
son sesiones de terapia
y cosas que no necesito en MercadoLibre.

1 comentario:

Claroscuro dijo...

"Supongo

Supongo que creen que siempre tendrán ganas de comprar los primeros jazmines de la primavera. De llenar la casa de flores. De estrenar ropa. Supongo que creen que siempre tendrán deseos de vivir un tiempo en un país extranjero. De tomar un tren. De salir con amigos. De ir a bares, al cine, a la montaña, a pasar diez días junto al mar. Supongo que creen que siempre querrán viajar a Nueva York, conocer las islas Fiyi. Ir a Laos y a Myanmar. Mirar caballos sueltos en el campo. Escuchar música, podar las plantas cuando sea la época, hacer regalos. Supongo que creen que siempre querrán cocinar para alguien, vestirse para alguien, tener sexo con alguien, despertar con alguien, decirle a alguien «Me importás mucho». Dormir abrazados. Supongo que creen que siempre tendrán afecto y que lo querrán. Vida y que la querrán. Días por delante y que los querrán. Supongo que creen que siempre sentirán el tirón del deseo, que siempre responderán con la caballería del entusiasmo. Que nunca se mirarán al espejo y pensarán «lo mejor ya pasó y ni siquiera me di cuenta». Supongo que creen que nunca estarán cansados. Cítricamente cansados. Como una piedra muerta. Supongo que creen que la vida les va a durar toda la vida. Que la alegría les va a durar toda la vida. Supongo que suponen que nunca estarán unidos a cada una de las horas por el hilo flojo de la desesperación. «Vas a dejar cosas en el camino / hasta que al final vas a dejar el camino. / Vas a estar estancado pero sin cultivar enfermedad. / No te vas a pudrir, ni vas a provocar fermentación. / Lo que renueves, se renovará por sí. Lo que no circules, se renovará por sí. / No vas a promover conflictos: / nadie se pelearía por vos. Vas a carecer de valor», escribe el poeta argentino Mariano Blatt. Nadie nos advierte, pero el infierno vive en nosotros bajo la forma de la indiferencia."

Leila Guerriero, Teoría de la gravedad