sábado, diciembre 1

Soy. El mejunje de los colores que se hacen concreto y los que son venas o ramas o espirales o vapor. El ahora en mi estómago en el tuyo. La descripción mareada de una desnudez más bien pequeña, más bien frágil. Y la existencia más bien inmensa y absoluta, precisamente explosiva, precisamente expansiva de la misma desnudez antes de ser descrita. Y además, mil manos que quieren arrancarme y por suerte se resbalan, y además dos manos que quieren arrancarme y por suerte me desarman. Soy esconder un atado de puchos en el fondo de la repisa. Calambres en las piernas. Ese tipo de cosas. A veces podría incendiar el agua pero prefiero bebérmela o bañarme, y me sabe delicioso el tacto del silencio cuando no hace falta que hablemos tanto y la obviedad de decir lo que pensamos. Me es imposible mantenerme ajena a un alfiler en tu pulgar y al pinchazo. A la impresión. Y a los gusanitos de fuego comiéndose el papel de los puchos escondidos del fondo de la repisa. Me parecen indignantes las narices impidiendo que los ojos desaparezcan y me suena ridícula la permanencia de tu olor sobre mi ropa. Pero basta. Basta, tengo que concluír. Y para concluír quiero decir que más que nada soy. Soy conciente de mi eterno enumerar acciones que me contestan cómo pero no quién soy.